Por Jorge Capelán. TcS/RLP.
Las encuestas serias coinciden en que este escenario es el más
probable, con una victoria de Correa de más del 50% de los votos. Por
ejemplo, la encuestadora Opinión Pública Ecuador le daba la semana
pasada al actual presidente una intención de voto del 57%, muy lejos de
su más cercano contendiente, el ex banquero Guillermo Lasso, con tan
solo un 12% de intención de voto. La oposición parece muy dividida. A
escasas tres semanas de los comicios había un 12% de indecisos. 6% de
los votantes se inclinaban por el voto nulo; 5% por el ex golpista Lucio
Gutiérrez; 4% por la coalición Coordinadora Plurinacional de Izquierda,
liderada por el ex-ministro de Correa, Alberto Acosta; 2% declaraba sus
simpatías por el neoliberal Álvaro Noboa y tres candidatos tenían menos
de un punto: Norman Wray, Nelson Zabala y Mauricio Rodas.
El 17 de febrero tendrá lugar la primera vuelta de
las elecciones ecuatorianas, y de no mediar alguna improbable sorpresa,
estaremos celebrando otra victoria de trascendental importancia para
nuestros pueblos: Un triunfo para el presidente Rafael Correa por
bastante más del 50% de los votos que además le asegure a Alianza PAIS
una mayoría propia en la Asamblea Nacional y permita la profundización
del proceso de Revolución Ciudadana.
No es seguro que, aunque Correa gane con esas
cifras, su partido sacará el mismo porcentaje de votos para la Asamblea
Nacional. No se han divulgado datos fiables sobre la intención de voto
al parlamento. El propio Correa se muestra confiado en los sondeos
internos de Alianza PAIS, aunque no los hace públicos.
En un caso similar al del sistema electoral de
Nicaragua, Correa todavía puede ganar en primera vuelta, aún sin
conseguir más del 50% de los votos, si gana con más del 40% y una
diferencia no menor del 10% sobre su más cercano competidor. En este
caso, Alianza PAIS no lograría una mayoría parlamentaria propia y se
prolongarían los desgastantes debates y negociaciones en el parlamento –
es decir, que uno de los constantes elementos de desestabilización y
desgaste para las fuerzas que llevan adelante la Revolución Ciudadana.
Si Correa no gana en la primera vuelta, el pueblo
ecuatoriano se enfrentará a una prueba de fuego en la segunda ronda,
prevista para el 7 de abril: Deberá elegir entre Revolución y
Contrarrevolución con un parlamento controlado por la derecha y fuerzas
afines. Demás está decir que en esas condiciones se abriría un panorama
de gran incertidumbre, incluso ganando Alianza PAIS, ya que las fuerzas
de la oposición están lideradas por una derecha bancaria, dependiente
del imperio y totalmente opuesta a la Constitución de Montecristi,
aprobada con el más amplio consenso popular el 24 de julio de 2008.
Si algo está claro a estas alturas es que los
movimientos que rompieron con Alianza PAIS por la izquierda van a un
fracaso rotundo en los comicios. Esos grupos van nucleados en torno al
candidato Alberto Acosta, por la ultraizquierda, así como al candidato
Norman Wray, de orientación reformista. La
candidatura de Acosta se presenta dentro de la Coordinadora
Plurinacional de Izquierda que nuclea al movimiento del candidato
presidencial, Montecristi Vive, al partido indígena Pachakutik y al
maoista MPD, entre otros. Un lastre serio para esta coalición es la
presencia de grupos muy vinculados a la intentona golpista contra Correa
en 2010 como Pachakutik y el MPD al lado de las fuerzas de la
ultraderecha. Muchas veces estos grupos han utilizado métodos violentos
de lucha que son rechazados por la mayoría de la población.
Como hemos argumentado extensamente en otros
artículos, la dirigencia del movimiento indígena nucleado en torno a
CONAIE/Pachakutik ha cometido serios errores a lo largo de su historia,
uno de ellos el de haberse dejado utilizar por Lucio Gutiérrez, que en
enero de 2003 dio un golpe de Estado “por la izquierda” para luego
entregarse de lleno a aplicar la política que exigía Bush para Ecuador.
Otro error ha sido el de no haber limpiado a tiempo el movimiento de
dirigentes oportunistas, algunas veces financiados por la propia USAID y
grupos de la élite de Estados Unidos. Otro error más, que les condujo a
apoyar la intentona golpista contra Correa en 2010, fue el no entender
que los indígenas en Ecuador son, a lo sumo, un 40 por ciento de la
población y que necesitan hacer alianzas con otros sectores sociales en
un país fuertemente urbanizado.
En esas condiciones el movimiento indígena y
campesino se dividió, pero el presidente Correa también ha tenido
problemas con sus propios aliados entre los indígenas a causa, por
ejemplo, de la lentitud con que avanza la reforma agraria, que hasta el
momento se ha concentrado en entregas de títulos de propiedad o de
tierras baldías. Sin embargo, los esfuerzos en este campo han aumentado
últimamente, y entre 2010 y 2012, 4.000 familias de 60 organizaciones
campesinas recibieron 20.000 hectáreas de tierras, además de haberse
legalizado alrededor de 4.000 hectáreas de territorios ancestrales a
nivel nacional. El programa no sólo contempla la entrega y titulación de
propiedades, sino también asistencia técnica y créditos de 15 años al
5% de interés. Según fuentes oficiales, la meta es seguir adjudicando la
mayor cantidad de tierras posibles, legalizadas, y tratar de que la
mayor cantidad de organizaciones campesinas se beneficien.
Los avances logrados por la Revolución Ciudadana en
lo que respecta al combate a la pobreza son incontestables. En el 2006,
antes de que Correa asumiera el poder, la pobreza afectaba a un 37.6%
de la población. En junio de 2012, la cifra se ubicó en 25.3%. La
pobreza extrema bajó del 16.9% al 9.4% y el índice Gini de desigualdad
bajó de 0.54 al 0.47. Según el Secretario Nacional de Planificación,
Fander Falconí, estos resultados responden a la política pública activa
basada en la generación de empleo, transferencias monetarias directas a
los sectores más desprotegidos (por ejemplo, el Bono de Desarrollo
Humano) y la inversión en salud y educación. Sin embargo, todavía queda
mucho por hacer. Recordemos que en 2010, Ecuador era el tercer país con
mayor desigualdad en Latinoamérica, después de Bolivia y Haití, según el
Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el
Caribe de la ONU.
En estas condiciones, es de suma necesidad para un
país como Ecuador seguir exportando y, “desgraciadamente”, eso incluye
los recursos naturales como el petróleo. Ponemos desgraciadamente entre
comillas porque el aumentar los ingresos del país es una necesidad para
sentar las bases que permitan un modelo de desarrollo autónomo. Al
cambiar las reglas para los acuerdos petroleros con las multinacionales,
Ecuador aumentó dramáticamente sus ingresos por la exportación de
crudo, lo que es una precondición para tener los recursos que le
permitan al país liberarse del “extractivismo”. Algo similar es
aplicable a la minería de cielo abierto, al turismo, etcétera. La
contradicción entre necesarias adaptaciones al sistema capitalista
imperante a nivel mundial y las ambiciones anticapitalistas no tienen
por qué ser antagónicas.
No es casualidad que el principal candidato de
oposición a Correa sea un hombre de la banca como Guillermo Lasso. Los
demás candidatos de la derecha, denominados “populistas”, están
reducidos a grupos familiares y clientelares sin mayor peso específico.
Otros candidatos, representan al sector de las ONGs. Lo que algunos
denominan la “verdadera izquierda”, el Coordinadora
Plurinacional de Izquierda, está desgarrada por orígenes muy diversos y
contradictorios. Tras todos esos grupos, la mano de los EE.UU, las ONGs
europeas y el aparato mediático busca por todos los medios obstruir el
desarrollo de la Revolución Ciudadana, aunque sin lograr amasar
suficiente fuerza política real. Es tal la debilidad política de la
derecha local y del imperio, que el recurso a un atentado contra la vida
de Correa es un elemento que seguirá flotando como una posibilidad real
por mucho tiempo, durante las elecciones y después de ellas. Esto,
demás está decirlo, traería gravísimas consecuencias para el proceso de
cambios en el país, al menos mientras Correa no logre consolidar su
relevo.
Como se puede observar, hay mucho de importancia en
juego en las próximas elecciones ecuatorianas. Se trata de garantizar
el exitoso desarrollo de la Revolución Ciudadana para no caer en un
experimento político de consecuencias imprevisibles para el Ecuador y
para los pueblos de Nuestra América. No juguemos con el ALBA. Un Ecuador
desestabilizado es una perspectiva que nadie en su sano juicio puede
desear.
Ciertos intelectuales, como el uruguayo Raúl Zibechi y el belga Francois Houtart, hacen
un análisis del proceso ecuatoriano, y de muchos de los procesos que
actualmente tienen lugar en Nuestra América, que obvia algunas
realidades políticas fundamentales. Más o menos explícitamente y con
mayor o menor énfasis, critican las limitaciones de muchos de los
procesos en marcha, tarea en la que a menudo tienen éxito, por ejemplo,
al señalar la distancia que separa lo que se debería hacer de lo que en
realidad se hace, aunque a veces hagan caso omiso de aquello que es
realmente posible lograr en determinadas circunstancias históricas
concretas.
Houtart, en un análisis sobre Ecuador[1], especula
sobre si la decisión de CONAIE/Pachakutik de ir como movimiento político
a unas elecciones perdidas de antemano fue sabia o no. Creo que Houtart
sobrevalora a ese movimiento, que en el pasado ha cometido errores tan
graves como los que hemos enumerado más arriba. Al mismo tiempo, Houtart
le resta valor al compromiso de Correa con el Buen Vivir y el
socialismo, como si no se pudiese debatir sobre esas cuestiones al
interior de Alianza PAIS y de los movimientos que la apoyan. Según
cierta propaganda, la mayoría de los campesinos e indígenas que apoyan
al gobierno de Correa y que no apoya a CONAIE/Pachakutik estaría
“comprada” por las “prebendas” gubernamentales. Eso, hablando de un
pueblo que ha redactado una de las constituciones más participativas de
la historia, y que ha batido récords de botar presidentes neoliberales,
es un insulto que se parece mucho a los que oímos en Nicaragua desde
sectores como el MRS. Con esta crítica no le estamos restando valor a
los temores que expresa Houtart acerca de los peligros del
“desarrollismo”, sino a la valoración política que hace de los
movimientos ecuatorianos.
Zibechi va mucho más lejos que Houtart, y predice
conflictos entre los “movimientos sociales” y los “gobiernos
progresistas” de nuestra región que se dirimirán “en espacios manchados
de sangre y barro" [2]. Con eso Zibechi ignora cuál es el principal
enemigo de las mayorías empobrecidas de nuestra América e ignora también
que ese enemigo ya quisiera tener sobre una bandeja de plata las
cabezas de todos los presidentes “progresistas”.
Ambos intelectuales omiten una categoría central
del análisis: Hablan mucho de la contradicción entre gobiernos y
movimientos sociales, pero casi nunca hacen referencia al partido.
Porque no es en última instancia el Estado el que define una estrategia
de desarrollo, sino el Partido, el instrumento político de las clases
populares encargado de establecer las prioridades y las estrategias. Si
no se le presta importancia a la categoría del partido, entonces es
fácil experimentar con instrumentos políticos “alternativos”, que al fin
de cuentas, generalmente terminan siendo carne de cañón de intereses
que no tienen nada que ver con el Buen Vivir, el anticapitalismo ni la
Pacha Mama.
Pero además de restar importancia al problema del
partido, también restan importancia al problema de la hegemonía, al de
la conciencia, al de los consensos sociales y al de las alianzas. Porque
un 4% de la población no puede obligar al restante 96% a dejar de beber
Coca-Cola, a no desear el último modelo de televisión de plasma o a ver
telenovelas, para eso se necesitan mayorías políticas que hagan sus
propias experiencias. No podemos idealizar las grandes revueltas de
nuestros pueblos contra el neoliberalismo y creer que los mismos pueblos
que se han estado levantando desde los años 90 no han estado permeados
por los valores capitalistas. Es un proceso que no puede ser
instantáneo, necesariamente debe tomar muchos años. En ese sentido, los
procesos de construcción de ciudadanía que se están llevando a cabo en
países como Ecuador, también son una parte integrante de la construcción
del Buen Vivir, del socialismo y de una manera de vivir en armonía con
la Madre Tierra. Los métodos de lucha de los sectores populares no
pueden ser los mismos a la hora de dirimir contradicciones bajo un
gobierno de orientación popular que bajo un gobierno oligárquico.
¿Que el cambio climático no espera? ¿Que las
múltiples crisis del capitalismo no esperan? ¿Que las demandas del
hambre de 500 años no esperan? Precisamente por eso, porque tenemos
mucha urgencia y el deber de no fallar, en este momento tenemos que
actuar metódicamente, paso a paso, pegados a la realidad para
efectivamente ir desmontando el neoliberalismo.
Es un grave maniqueísmo el querer establecer una línea divisoria entre unos que
proponen realizar una "revolución desde abajo" y otros que
supuestamente la quieren realizar "desde arriba". Desde abajo, por
arriba, de costado, a largo plazo, a corto plazo, a mediano plazo: Hay
que hacerlo a todos los nivles. Precisamente, porque el capitalismo no
se va a caer por sí mismo, sino que debe ser construido conscientemente
por los sujetos sociales, las exigencias de una comprensión política
general del momento histórico y su desarrollo aumentan al pasar de la
etapa de la denuncia y la protesta a la etapa de la construcción.
Por todo eso, no caigamos en la tentación del
“experimento” y deseemos el más rotundo triunfo al presidente Rafael
Correa y a Alianza PAIS en las elecciones del 17 de febrero.
Notas:
1) Las fuerzas sociales y políticas en Ecuador en las vísperas de las elecciones de 2013, Francois Houtart, Alainet.org
2) Las izquierdas y el fin del capitalismo, Raúl Zibechi, La Jornada, 13 de enero de 2012.
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