Jorge Capelán, RLP/TcS.
Definitivamente que estos son malos tiempos para los
europeos que con mañas de todo tipo intentan enturbiar toda aquella
elección que no salga como ellos quieren, ya sea en Nicaragua, en Rusia o
en cualquier otro país de su antojo.
En Nicaragua, el jefe de la
misión de observadores de la Unión Europea, Luis Yáñes, tuvo que sufrir
la vergüenza de andar distribuyendo un tendencioso pasquín sobre las
elecciones del 6 de noviembre con la siguiente advertencia: "El
contenido de este informe no ha sido adoptado ni aprobado en forma
alguna por la Unión Europea y no puede ser considerado como una
declaración de la Comisión".
Dos meses enteros se pasó el
español buscando convencer a un número suficientemente grande de
gobiernos europeos para que apoyasen su informe, pero nada: Ya muchos de
ellos hacía rato que habían felicitado al presidente Daniel Ortega por
su incontestable victoria.
Un ridículo similar es el que han tenido que pasar algunos de los representantes de Europa en Rusia.
Tonino
Picula, jefe de la misión de observadores de la Organización para la
Seguridad y la Cooperación en Europa, OSCE, (algo así como el Yáñez de
los rusos) criticó los comicios de ayer en Rusia: "La gracia de las
elecciones es que su resultado debería ser incierto", dijo.
Claro,
las elecciones en las que no se sabe quién va a ganar son seguramente
más divertidas, pero ¿qué hacer si uno de los candidatos es mucho más
popular que el resto? ¿descalificarlo? ¿cancelar las elecciones? ¿hacer
que los votos de sus adversarios valgan por tres? Si serán "carepiedra"
ciertos europeos que se las dan de demócratas...
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