miércoles, 20 de junio de 2012

Ecuador debe dar asilo a Assange

Por Jorge Capelán, RLP/TcS.

No importa las presiones, el presidente ecuatoriano Rafael Correa debe concederle el asilo político a Julian Assange porque el apego a los principios fundamentales es lo único que puede salvar al mundo de una hecatombe nuclear.

Julian Assange, la cara visible de WikiLeaks, el sitio web que ha revelado cientos de miles de cables y otras informaciones de gobiernos y corporaciones multinacionales de todo el mundo, corre un riesgo evidente de ser deportado, primero a Suecia y luego a los Estados Unidos, donde probablemente sea condenado a muerte. Su país de origen, Australia, ha indicado que no hará nada para defenderlo. Ante esta situación, Assange decidió ayer martes solicitar asilo ante la embajada de Ecuador en Londres.

Las revelaciones de WikiLeaks han sido especialmente dañinas para los intereses del imperio, que ha desatado toda su saña contra el grupo. En agosto de 2010, Assange fue víctima de una trampa tendida por el reino de Suecia, vasallo connotado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Esto obligó a Assange a huir a Inglaterra, temiendo ser deportado a los Estados Unidos, donde los medios pedían su cabeza. Al mismo tiempo, una alegada fuente de WikiLeaks, el analista de inteligencia del ejército estadounidense Bradley Manning, se encuentra detenido en cárceles de máxima seguridad desde mayo de 2010 acusado de espionaje.

Ante la solicitud de Assange se pueden barajar decenas de consideraciones, pero deben primar las de principios.

Las potencias de la OTAN están llevando adelante un asalto fascista contra todas las instituciones que deberían garantizar un marco, aunque sea mínimo, de relaciones civilizadas entre los países.

Han cooptado y corrompido el debate y las instituciones de los derechos humanos y la democracia a escala global. Con los derechos humanos y la democracia como pretexto fundamentan guerras criminales de rapiña que resultan en gravísimas violaciones a los derechos humanos y en la destrucción de la democracia en los países que atacan, desde Irak hasta Afganistán, desde Libia hasta Siria, desde Costa de Marfil hasta Mali.

Las más graves violaciones a los derechos humanos en cualquier país vasallo de la OTAN son toleradas o vistas como cosas de segunda importancia, al tiempo que inventan las más descaradas campañas de propaganda contra países a los que les interesa desestabilizar e invadir.

En sus propias fronteras, violan abiertamente el derecho de asilo, creando cárceles de alta seguridad para detener a las personas sin papeles como si fuesen delincuentes. Reprimen la protesta social de la manera más violenta y condicionan a sus propias poblaciones al ejercicio de la violencia a través de sus monopolios de la información.

En los países que invaden, cometen atrocidades masivas e indiscriminadas contra niños, mujeres, ancianos y adultos, dejando a esas sociedades marcadas por la violencia, la miseria y el desastre ambiental por décadas.

En su ofensiva de destrucción de las instituciones de la civilización, las potencias de la OTAN han infiltrado a la Organización de las Naciones Unidas con grupos progubernamentales bautizados como "No-Gubernamentales" pero financiados y sometidos a sus intereses geopolíticos y de negocios.

En el último año, las potencias de la OTAN, Israel y las dinastías más reaccionarias del Oriente Medio han manipulado las protestas populares de modo que los pueblos de esa región no logren alcanzar sus objetivos de dignidad, democracia y desarrollo.

Libia está sumida en el caos y el desgobierno, Siria está amenazada por un baño de sangre similar y el Líbano está siendo desestabilizado. En Túnez y Egipto, los organismos de financiamiento político de EE.UU. y la OTAN han manipulado para que no se logren cambios que reflejen los sueños de las grandes mayorías. Mientras tanto, las masacres contra el pueblo de Bahrein, que lucha contra una dictadura archirreaccionaria, son silenciadas por la maquinaria político-propagandística de la OTAN.

El objetivo de esta política, llevada adelante con el pretexto de la democracia y los derechos humanos, no tiene que ver ni con la una ni con los otros, es más bien todo lo contrario: el caos, la guerra, el reino de las mafias, la limpieza étnica y religiosa, en suma, la barbarie y el imperio de las élites. Por eso se trata de una agenda fascista.

Los Estados Unidos y su apéndice de la OTAN, junto con Israel y las élites prooccidentales en los países árabes esperan eliminar toda resistencia a sus planes de privatizar los recursos de la región y de allanar el camino para una agresión contra Irán. Es la vieja historia del ascenso de la Alemania Nazi repetido al abrir el Siglo XXI. Su ambición es la de establecer el dominio occidental en momentos en los que se abre paso un nuevo orden multipolar, y no detendrán esta ofensiva hasta que no logren imponer el caos y la barbarie en el mundo, y para ello son capaces de hacerlo estallar en pedazos con sus arsenales nucleares.

Afortunadamente, en América Latina, los Estados Unidos y la OTAN no cuentan con organismos fáciles de manipular con los que justificar sus invasiones, pero tratan todo el tiempo de debilitar a las democracias más vitales, radicales y populares de la región. América Latina no es el Africa ni el Medio Oriente. Aquí los pueblos han dicho basta. El ministerio de colonias de los Estados Unidos en la región, la OEA, está seriamente deteriorado, o se transforma o se muere bajo el peso de la Comunidad de Estados Americanos.

Es urgente dar pasos para detener esta ofensiva fascista. América Latina es la única región del mundo hoy en día lo suficientemente madura como para que un grupo de países como el ALBA se alce contra la destrucción del derecho internacional, y el otorgar el asilo a Julian Assange sería una forma de defender la institución del derecho de asilo, enfrentar la corrupción promovida por Occidente en las Naciones Unidas, defender la libertad de expresión, la libertad de prensa y la verdadera democracia y, en definitiva, desafiar los uno de los últimos restos del viejo mundo unipolar en decadencia terminal.

En última instancia, resistir a las presiones y darle el asilo político al portavoz de WikiLeaks es un acto de antifascismo radical, probablemente el más necesario en la historia de la humanidad.

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