martes, 28 de febrero de 2012

Claves para entender el conflicto de Las Malvinas

Por Jorge Capelán, Radio La Primerísima /Tortilla con Sal.
Para cualquier latinoamericano con un mínimo de identidad es algo evidente: Las Malvinas son argentinas. Basta con sólo ver el mapa para darnos cuenta que los ingleses no tienen nada que hacer a escasos 480 kilómetros de las costas del país sudamericano.
Sin embargo, la campaña mediática es tal que hace falta refrescar un poco la memoria y aprender algunas cosas para argumentar contra la propaganda y la desinformación que día a día repiten los medios multinacionales y los de las oligarquías criollas.
En este artículo repasaremos algunos de los ejes de esa propaganda y además intentaremos arrojar algo de luz sobre la historia del conflicto y sus implicaciones para toda América Latina y para los pueblos que aún luchan por su independencia.
Algunos ejes de la propaganda colonialista:
Según versiones nada inocentes, de verdaderos lobos con pieles de oveja, el diferendo sobre las Islas Malvinas (que los ingleses llaman "Falkland") es una vieja cuita entre Argentina e Inglaterra sobre un montón de rocas en el medio del Atlántico. Según esta versión las islas no tienen ningún valor aparte de pastizales y unos 3 mil habitantes que los ingleses llaman kelpers. (Excepto ahora que se encontró petróleo, claro).
Por alguna razón que nadie que trabaje para los grandes medios tiene interés en examinar con un mínimo de honestidad, a menudo se presenta la fracasada invasión de Argentina en 1982 como un hecho que zanjó la disputa a favor de los ingleses. Sin embargo, esa guerra no "resolvió" el litigio sobre las Malvinas, como muchos creen y como muchos medios repiten.
Según muchas de esas versiones, los gobiernos de Inglaterra y Argentina (especialmente ésta última) utilizan el conflicto como un pretexto para reforzar sus débiles posiciones a lo interno.
Se dice que Argentina no tiene nada que demandar, porque los habitantes de las islas quieren ser ciudadanos británicos y se niegan a pertenecer a la argentina. Como veremos, el tema de los habitantes de las Malvinas (o kelpers, como dicen los británicos), aunque importante, es de valor secundario en lo que respecta al derecho internacional en casos como este.
Esta forma de ver el conflicto no es para nada neutral. Como veremos, las Islas Malvinas son de importancia estratégica para Argentina, América Latina y todos los países con costas en el Atlántico Sur independientemente de que haya petróleo o no; la guerra del 82 no resolvió el tema de la legitimidad de la demanda argentina y ésta demanda, al menos en el caso argentino, no tiene nada que ver con cálculos políticos de corto plazo, al menos para la parte argentina.
¿Islas sin valor?
Las Islas Malvinas no son montones de piedras sin valor en medio del Atlántico. Por cierto, ningún montón de piedras en medio de alguno de los grandes océanos del mundo carece de valor:
La Guerra del Pacífico durante la Segunta Guerra Mundial tuvo que ver en gran parte con el control de montones de piedras parecidos o menores que las Malvinas. En el área de los montones de piedras del atolón de Mururoa los franceses llevaron a cabo sus controvertidas pruebas con armas nucleares y los montones de piedras que forman las Islas Marshall (66 mil habitantes), le dan a los Estados Unidos acceso a un estado cliente que vota según los dictados de Washington en cualquier tema, no importa cuán impopular sea para el resto del mundo, como es el caso del bloqueo a Cuba.
Sobre montones de piedras como esos, los estados pueden construir pistas de aterrizaje, centros de investigación, puertos, bases militares y de radares y otra infraestructura para aumentar su influencia geopolítica.
Las Malvinas están a 260 millas náuticas de las costas argentinas. Si Gran Bretaña manda un submarino armado de cabezas nucleares (tal y como hace unas semanas lo denunció el ministro de relaciones exteriores argentino en las Naciones Unidas y como lo confirmó el representante británico en esa organización, Lyall Grant) entonces esto se convierte en una grave amenaza contra Argentina y contra toda América Latina, que es la única región del planeta totalmente libre de armas nucleares.
Las Malvinas, una demanda arraigada
Cristina Fernández no es una presidenta desesperada y necesitada de desempolvar un viejo conflicto para mejorar sus cifras de aceptación. Los grandes diarios y las cadenas de televisión argentinas están controlados por unos pocos monopolios oligárquicos que desde siempre han odiado al peronismo, especialmente cuando éste ha demostrado tener una verdadera base social detrás. Desde hace años llevan adelante una operación de acoso y derribo contra el gobierno, y cada cosa que pasa en el país la retuercen de la manera más vulgar. Por eso, una cosa es la Argentina vista a través de los medios privados y otra bastante diferente es el país real.
Cristina Fernández ganó las elecciones del año pasado con el 54 por ciento de los votos - el mayor apoyo que presidente argentino alguno haya tenido desde 1983. Su distancia al competidor más cercano fue de 37 por ciento, la mayor en la historia argentina. Sólo otros dos presidentes argentinos han tenido más apoyo que Cristina Fernández: Hipólito Irigoyen (en 1928) y Juan Domingo Perón. Además, la presidenta y sus aliados tienen el control de ambas cámaras en el Congreso. O sea que difícilmente es una presidenta débil.
Nueve de cada 10 argentinos apoyan la demanda de recuperar las Malvinas. El sábado, todos los grupos del parlamento apoyaron una declaración que condena el colonialismo de Gran Bretaña y demanda una solución pacífica del diferendo. De hecho, a lo largo de toda la historia del país, los gobiernos argentinos han reclamado su soberanía sobre las islas. Esto es especialmente importante luego de la guerra de 1982, haciendo énfasis en una solución negociada al diferendo. En este sentido, Cristina Fernández no está haciendo nada nuevo con respecto a los gobierno anteriores, como no sea el plantear la cuestión con más decisión y consecuencia. Ni ella ni Néstor Kirchner ocultaron jamás su opinión de que las islas le pertenecen a Argentina, ni su promesa de hacer lo necesario para recuperarlas.
Un problema de co-lo-nia-lis-mo
Colonialismo es el sistema por medio del cual poderes extranjeros se apoderan de territorios que pertenecen a otros estados o pueblos, a menudo estableciendo grupos de colonos que permanentan el dominio del territorio en cuestión. El caso de las Islas Malvinas es claramente uno de colonialismo, por lo que ha estado en la lista del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas desde 1965.
Puede ser que los primeros en descubrir las Islas Malvinas hayan sido los habitantes de la Patagonia. Sin embargo, cuando llegaron los europeos las islas estaban desiertas de gente.
Desde la primera mitad del siglo XVI, España, Francia, Inglaterra y Holanda trataron de hacerse con las islas. Los ingleses no fueron los primeros en llegar, ya que lo hicieron a finales del siglo. En 1740, los ingleses y los españoles lucharon por las Malvinas, sin un claro vencedor. En 1764 las islas fueron ocupadas por los franceses que dos años más tarde aceptaron ceder su soberanía sobre ellas a los españoles como parte de una negociación más amplia sobre los dominios de ultramar de ambas potencias.
España nombró un gobernador para las Malvinas y los 115 colonos franceses que había en ellas pasaron a ser súbditos de la corona española. Al mismo tiempo, los piratas ingleses bajo la jefatura del comandante John Byron ocuparon la isla La Trinidad y fundaron la población de Port Egmont. Con el tiempo, los españoles expulsaron a los ingleses que luego de la firma de los tratados de Nutka, a finales del siglo XVIII, dejaron en paz a las Malvinas. A partir de ese tratado, que los ingleses jamás denunciaron, las demandas de Inglaterra sobre las Malvinas deberían haber cesado.
Como se sabe, las Provincias Unidas del Río de la Plata (el nombre oficial de Argentina en aquel entonces) se independizaron de España en 1810, y así se quedaron con todo lo que le pertenecía a la corona española. Los españoles se fueron de las Islas Malvinas al año siguiente, en 1811.
Por razones fáciles de entender, la nueva república no pudo hacer valer de inmediato su soberanía sobre tales extensiones. Le tomó 10 años a Buenos Aires mandar un gobernador a las Islas Malvinas. Mientras tanto, diversos países como los Estados Unidos y Gran Bretaña se dedicaron a la caza de la ballena en esas islas. Sin embargo, nunca las reclamaron para sí.
El hecho es que los ingleses se cuidaban mucho de tener las mejores relaciones comerciales con una Argentina con un gran mercado interior hambriento de los productos manufacturados de Inglaterra.
El lío comenzó cuando Buenos Aires envió a su primer gobernador a las Malvinas. En 1823, Argentina otorgó una concesión al empresario Luis María Vernet a cambio de que se hiciese cargo de gobernar las islas. En 1829 Vernet inauguró la administración política y militar de las Islas Malvinas con sede en Puerto Luis, en la Isla Soledad.
Cuando Vernet decidió, a instancias de Buenos Aires, controlar la caza de la ballena, los primeros en reaccionar fueron los estadounidenses, que en 1832 enviaron la corveta Lexington, la que destruyó las instalaciones de Puerto Luis. Al año siguiente, los británicos enviaron la fragata HMS Clio bajo el mando del capitán John James Onslow, que le comunicó al capitán argentino José María Pinedo sus intenciones de plantar la bandera de Su Majestad de Inglaterra sobre el suelo de Las Malvinas.
Pinedo consideró que su goleta de nombre Sarandí no tenía la menor posibilidad de plantarle cara al representante del Imperio Británico y se fue del lugar tan rápido como pudo. Al día siguiente desembarcaban los ingleses y comenzaba la ocupación británica de las Islas Malvinas. Un ejemplo de manual del colonialismo de la época.
Los isleños no son un pueblo originario
"¿Y por qué no le preguntan a los isleños lo que quieren ser?" repite el coro de lobos con piel de oveja. Porque los isleños, en este tipo de cuestiones, son un tema secundario.
El derecho internacional sólo reconoce a los pueblos originarios el derecho de expresar su voluntad en un conflicto de soberanía sobre un territorio.
Los "kelpers", palabra peyorativa usada por los ingleses para referirse a los habitantes de las Malvinas, no son un pueblo originario, como lo serían el pueblo rapanui en la Isla de Pascua y el pueblo mapuche en la Patagonia.
Los isleños son descendientes de los europeos que habitaban las islas a la llegada de los ingleses, y de los propios ingleses. De hecho, son ingleses. Al no ser un pueblo originario que haya habitado las Malvinas desde tiempos inmemoriales, es decir, antes de la colonización, este grupo no tiene un derecho natural sobre las islas.
Una cosa es su derecho a mantener sus costumbres, a que se les respete su propiedad, su idioma o aún su voluntad de ser súbditos de la corona inglesa, pero no pueden decidir si las Malvinas le pertenecen a Argentina o a Gran Bretaña.
Envuelto en un conflicto parecido al de las Malvinas, el del Peñón de Gibraltar, el canciller español José García-Margallo dijo, acerca de la demanda de los gibraltareños de participar en las negociaciones entre Londres y Madrid: "sobre esas cosas les toca hablar a los adultos", es decir, a los gobierno de España en Inglaterra.
Si el canciller argentino, Timmerman, hubiese dicho lo mismo que el español sobre el tema de las Malvinas, los órganos de la dictadura mediática habrían armado un alboroto y lo habrían acusado de "colonialista" y quién sabe cuántos disparates más. Sin embargo, y a pesar de expresarse de manera tan grosera, García-Margallo tenía en principio razón: el tema de la soberanía de Gibraltar no se decide en Gibraltar sino entre Madrid y Londres. Lo mismo para el caso de las Malvinas.
El cínico argumento de la guerra de 1982
Hace falta una buena dosis de cinismo histórico para exagerar el significado de la guerra de 1982 para el conflicto sobre las islas. La guerra, irresponsable e incompetentemente llevada adelante por la dictadura entonces comandada por Massera, ciertamente no ayudó a la causa argentina.
Pero fue una guerra iniciada por un gobierno ilegítimo, cuyos representantes han sido juzgados por crímenes de lesa humanidad, llevada adelante con el fin de limpiarle la cara y neutralizar la oposición a un régimen oprobioso. Se trataba de una dictadura fascista que contó con el apoyo de aliados de Gran Bretaña como los Estados Unidos y la OTAN.
Argentina cumplía un papel clave en el apoyo a la guerra de los Estados Unidos contra los pueblos de América Central, asesorando a las dictaduras centroamericanas y a los propios contras en Nicaragua. Por eso, la junta militar pensó que la administración Reagan la apoyaría en su intento de recuperar las Malvinas por la fuerza.
Sin embargo, para Reagan, la operación británica para recuperar las islas invadidas por Argentina era la "guerrita perfecta" que relanzaría a los Estados Unidos en el camino de la dominación mundial luego del desprestigio sufrido por la derrota en Vietnam.
Reagan advirtió a los militares argentinos que Gran Bretaña reaccionaría militarmente a la invasión argentina, pero no les dijo que apoyaría a los ingleses, como de hecho lo hizo al proveer a Inglaterra con avanzados misiles supersónicos de tipo sidewinder que proporcionaron a los británicos una ventaja decisiva en el aire.
Todos los gobiernos argentinos desde la caída de la dictadura en 1983 se han distanciado de la guerra y la han criticado sin por ello renunciar a la soberanía argentina sobre las islas. En lugar de medios militares se plantea la diplomacia con el fin de llevar a los británicos a la mesa de negociaciones. En este sentido, el gobierno de Cristina Fernández no hace nada nuevo con respecto a los gobiernos anteriores.
Ingleses temen a la negociación
Una negociación entre Argentina e Inglaterra sobre las islas Malvinas tiene que tratar sobre el problema de fondo, es decir sobre el tema de la soberanía sobre las islas. Después se podrá decidir sobre la administración, la explotación de los recursos, sobre la situación de los habitantes, etcétera.
Si los británicos están tan seguros de su derecho, ¿por qué se niegan a recurrir a la justicia internacional? El tema de las Malvinas está en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas desde 1965. Ese comité fue creado en 1961 para impedir acciones represivas de las potencias europeas bajo su control y para supervisar su proceso de descolonización definitiva.
El problema de los ingleses tiene que ver con que saben que la tesis de que no se apropiaron de las islas por medio de la piratería colonialista no tiene el menor asidero.
El tema de las Malvinas es un caso evidente de colonialismo.
Un tema de importancia para América y el mundo
La de las Islas Malvinas es una cuestión de principios, pero también es una cuestión que tiene que ver con el acceso a recursos y, lo que no es menos importante, con el garantizar que las islas no sean utilizadas por una potencia nuclear, actualmente involucrada en varias guerras, para agredir a la Argentina.
La cuestión de las Malvinas también es importante para todos los países de América Latina y el Caribe por esas mismas razonas.
Hay que recordar que, de 17 casos que han llegado a la mesa del Comité de Descolonización de la ONU, más de la mitad, Anguila, Bermudas, Las Islas Caimán, Las Malvinas, Turcas y Caicos, Las Islas Vírgenes Británicas, Las Islas Vírgenes Estadounidenses, Montserrat y Puerto Rico, están en América Latina y el Caribe.
La presencia nuclear británica en el Atlántico Sur constituye una amenaza geopolítica contra la UNASUR y contra todos los países con costas en el Atlántico Sur, especialmente Sudáfrica.
Muchas cosas se pueden resolver sobre la mesa de negociaciones con los británicos, incluso su participación en la zona con fines pacíficos.
Nadie habla de echar a los habitantes al mar ni de sacrificar a sus ovejas o irrespetar sus costumbres. Los estados latinoamericanos tienen a estas alturas grandes experiencias en las formas de autonomía y la plurinacionalidad.
Mucho se puede discutir y mucho se puede avanzar, pero para eso hay que sentarse en la mesa de negociaciones y no hacer como Gran Bretaña, que durante 180 años ha pretendido que puede agenciarse lo que sea por medio de las armas.

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